domingo, 10 de julio de 2011

Douglas Harding, un sabio de Occidente 4


“La gran mayoría de la gente (…) que ha sido así inducida a mirar hacia dentro, aunque sea brevemente, y a percibir su estado sin cabeza (…) se alegran mucho de no llevar más adelante el experimento. No ven en ello mucho más que una aventura interesante, una mirada inusual sobre las cosas; o también un divertimento, una especie de juego para niños más bien divertido y que no revestiría la menor importancia en la vida diaria. Ni hablar de prolongarlo, repetirlo o estudiarlo… y sobre todo, ni hablar de practicarlo. De modo que esta visión inicial no tiene prácticamente ningún efecto”.

En otro pasaje, Douglas se muestra más explícito en cuanto a la naturaleza del trabajo necesario al buen uso de la “decapitación”:

“En sí, y cuando no da lugar a una práctica constante, a una comprensión profunda y, ante todo, a una rendición de esta voluntad propia que nos mantiene en la percepción de la separación, nuestra experiencia inicial de la vida sin cabeza no da frutos”.

Y henos aquí de nuevo en el centro de lo que constituye la espiritualidad… Douglas no alberga ilusiones en cuanto a los resultados de sus seminarios y en realidad propone un camino. Comprenderé más adelante que, debido a su temperamento y, sin lugar a dudas, a su historia personal, no se siente nada propenso a “reclutar”. Reacio a las instituciones y en particular a las que se pretenden espirituales, apenas menciona la existencia de una red de amigos, practicantes del camino sin cabeza. Pero esto no impide el hecho de que este camino exista y el que se haya tomado la molestia de exponer por escrito sus etapas.


Gilles Farcet

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