viernes, 14 de enero de 2011

Taller 1.23


Así obtuve alguna satisfacción. No tenía amigos vivos, pero tenía algunos amigos muertos. Y no solo entre los maestros. Había también en esta comunidad zen otro muchacho, que también era analfabeto y pobre, ambas grandes ventajas. (Todo ese conocimiento libresco y sofisticación es una desventaja terrible. Espero que ustedes no hayan leído mucho.) En esta segunda historia, un joven muchacho, Tung Shan, está leyendo con su maestro la escritura más sagrada del budismo mahayana, el Sutra del Corazón. Comienza diciendo: «Aquí, la forma es vacío, pero el vacío también es forma. Aquí no hay ojos, ni nariz, ni boca, ni orejas, ni lengua, ni funciones de esos órganos», etc., etc., etc., –un poco de envoltura–. Y después dice: «Por lo tanto, el Boddhisattva deja de temblar, pues, ¿qué es lo que puede ir mal?» Y termina con: «¡Hurra!» en sánscrito. Es decir, «¡Guau!» en español.

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