jueves, 13 de enero de 2011

Taller 1.22


Ocurrió que el maestro de ese monasterio estaba a punto de morir y necesitaba un sucesor. De modo que comenzó una competición, y averiguó que el muchacho de la cocina tenía la respuesta. El maestro envió a buscar a este muchacho por la noche y dijo: «Hermano, usted es el nuevo abad. Ahora debe ponerse a salvo pues todos estos monjes le perseguirán». El maestro hizo que el muchacho cruzara el río, le dio el cuenco y la túnica que eran la insignia del cargo, y Hui Neng fue entonces el verdadero abad ausente.
Sin embargo, un monje malo le atrapó. El monje estaba preparado, si era necesario, para matar a Hui Neng a fin de obtener la insignia del cargo y convertirse él mismo en abad. Pero Hui Neng dijo: «Usted no quiere este viejo cuenco ridículo o esta vieja túnica ridícula. Lo que quiere es encontrar su tesoro y su liberación, su iluminación, la respuesta a sus problemas». El monje dijo: «¡Sí, Maestro, muéstremelo!» Y Hui Neng mostró a este tipo, que era un general retirado, lo que ustedes acaban de ver. El monje miró. Él hizo lo que ustedes acaban de hacer, exactamente lo que ustedes han hecho. Sudó y tembló un poco, debido a que, presumiblemente, había estado meditando veinte años para ver esta condenada cosa, y se sorprendió. De modo que dijo: «¡Ooooh!»
Pero entonces tuvo pensamientos secundarios, lo mismo que ustedes han tenido pensamientos secundarios. (¿No se han dicho ustedes: «Bien, esto está muy claro, pero no puede ser la iluminación de la que habla el Buda. No puede ser tan simple y tan fácil como esto»?) De modo que el monje dijo: «Dígame el resto, Maestro». Pero Hui Neng dijo: «No, usted lo ha entendido. Eso es todo. Lo que usted haga con ello es lo importante, pero eso es todo».

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